Organismo distrital interviene además otros locales de su comuna que tratan de imponer esta moda de diversión sexual europea.
El 1 de enero del 2013 salió a comer comida casual,
con compañeros de estudio, saliendo de clases del curso de Comunicación Interna
en Isil de Miraflores. Después de eso y de toda una semana de clases y trabajo
pensó que sería bueno tomarse unas cervezas en algún bar o discoteca.
Supuestamente se dirigía a su casa en Santa Beatriz. En su bicicleta por la
avenida Arequipa, justo antes del puente Eduardo Villarán Freyre, el que está
en el cruce con la avenida Javier Prado, decide doblar a la derecha por una calle
en diagonal y cruzar por la avenida Petit Thouars.
A un par de cuadras después de cruzar la avenida
Javier Prado encontró una escena extraña. Las luces de las calles eran muy
tenues, entre la soledad de la avenida Petit Thouars a la medianoche, una luz
azul parpadeante señalaba su camino. Ingrata fue la sorpresa cuando se dio
cuenta que parecía que los miembros del Serenazgo y la municipalidad de Lince
estaban cerrando todos los bares del distrito. Aunque después se supo que solo intervinieron
bares donde asistían homosexuales o bisexuales, en su mayoría hombres. Justo en
la cuadra 26 el ciclista estaba haciendo su primera parada, uno de los bares a
los que quería asistir se encontraba clausurado, motivo: atentar contra la
moral pública y las buenas costumbres.
Los empleados del bar 80 DIVAS se encontraban en la
calle, entre bromas pero con cara de desconcertados y apenados comunicaban, a
los transeúntes que intentaban ingresar al bar, que hoy no atendían; algunos
carros también pasaron y se estacionaron en la puerta. A todas estas personas
se les dijo que podían ir a la sucursal del bar, uno nuevo, en Miraflores.
Extrañado por la situación se baja de la bicicleta, la estaciona y empieza a
hablar con el personal. Diego Milton Ulloa Sáenz, bartender de 30 años de edad,
le cuenta lo sucedido: “Ingresaron al local como cinco miembros de la
municipalidad, y nos pidieron nuestros documentos, la licencia de
funcionamiento, los carnets de sanidad, buscaron el más mínimo motivo para
cerrar el local”.
El objetivo de la municipalidad era cerrar todos los
locales donde frecuentaba público homosexual y bisexual en Lince. Cerraron 80 DIVAS porque según la municipalidad había prostitución dentro de la discoteca,
según ellos, debido a la existencia del cuarto oscuro que había al final de las
salas de baile, detrás del baño.
El ciclista es un asiduo concurrente a esta
discoteca. Llega siempre después de las doce y el lugar está normalmente, a
esta hora, con bastante gente, casi lleno. No es una discoteca grande, digamos
no como el Kímbara o el Vocé que también están en Lince. Por afuera pasa casi
desapercibido, si tiene o no segundo piso, no te das cuenta, la puerta de la
entrada en vaivén está pintada de color negro, son dos puertas juntas donde
justo entran dos personas de contextura normal o una persona bien gorda. Fuera
del marco de la puerta hay unas mayólicas grises que daría la apariencia que
ese local tuviera una fachada de dos metros de altura por dos de ancho. Arriba
con letras estilizadas en vinilo pero muy disimulado se puede leer el logo y
letrero del establecimiento: 80 DIVAS. Un lugar que para cualquier otro
transeúnte que no sabe lo que pasa adentro o no ha visto alguna publicidad, lo
da por desapercibido desde la calle. Todas las paredes dentro son negras, en
muchas de ellas se pueden observar brillantes de fantasía pegados
proporcionalmente separados, esto le da un toque de glamour al local, que a
pesar de sus paredes negras tiene un poco de decoración Kitsch o tal vez se
podría decir que es ecléctica. En la entrada un sillón estilo Luis XV y un
diván te dan la bienvenida, es una salita de cinco metros de largo, manteniendo
los dos metros ancho de la entrada. Luego está la caja, guardarropa y el
administrador, todo en uno, en un espacio de tres metros cuadrados. Aquí
encuentras a Cassius Sonny Chávez, un piurano que administra el local desde
hace 4 años. Te recibe con una gran sonrisa, su característica principal. La
entrada cuesta 15 soles con derecho a un trago o una jarra de cerveza, el
guardarropa un sol más por si traes un abrigo o mochila. Al costado un baño
privado, no porque sea con acceso restringido y que solamente el personal que
trabaja en la discoteca lo pueda usar, sino para algunos clientes que necesiten
más privacidad o quieran hacer uso de él para algo diferente que sea orinar. Es
decir, puede cerrar la puerta. Diferente del otro baño que se encuentra más
adelante.
El bar es de cinco metros cuadrados donde atiende
Diego, experto en pisco sours. Todos los clientes se dan cuenta que el servicio
es muy amigable y respetuoso. Frente al bar dos repisas de vidrio grueso se
suspenden de la pared, en medio y arriba de estas, una de las primeras
pantallas grandes LCD muestra vídeos de los desfiles de Victoria Secret. Con el
movimiento, baile de las modelos del video y con el colorido de los trajes
extravagantes pareciera que danzan al compás del DJ de 80 DIVAS, DJ Diablo. El
fin de semana pasado estuvo ahí con dos amigos del facebook, Pedro y Jesús,
bailando y cantando algunas de las canciones, entre gritos y bailes se
divertían al compás de los hits del momento, el baile del caballo, envidia,
entre otros. “¡Envidia, Envidia, me tienen envidia, me tienen envidia!”,
gritaban. Son tres salas más en L, cada una de dieciocho metros cuadrados más o
menos, con pantallas LCD, cuerpos tipo
esculturas o maniquíes pintados enmarcados, que hacen de cuadros, siempre
llaman la atención. También hay distribuidas en las salas algunas pequeñas
bancas lounge y varias repisas suspendidas en las paredes que prestan la
comodidad de dejar los vasos.
Si le dan ganas de ir al baño va al que está en
medio de estas tres salas. Es un urinario comunitario en forma de pecera,
orina, apunta a cada uno de los goldfish, ellos a su vez miran con sus ojos
bien abiertos, nadan en su pecera y durante toda la noche ven aparecer seres
que aparentemente tratan de chorrearles orines. Luego al lavabo y de nuevo al
baile. Pero antes; al lado izquierdo saliendo del urinario, una cortina negra
escondía un cuarto que reinaba por su oscuridad, donde la clientela se perdía y
luego aparecía otra vez bailando en las salas. Es un cuarto que está al fondo.
En ese cuarto oscuro se sentía una gran ventilación, una combinación de aire
acondicionado y ventilador. Por un momento se acostumbraba a la oscuridad,
caminaba, su cuerpo chocaba con otros, casi se tropieza con la única banca
situada a un extremo de la habitación. Al otro extremo una pared con tres
puertas a elección esperaban con un espacio donde entraban tres o cuatro
personas paradas. Eran cuartitos con rollos grandes de papel higiénico cada uno
y una pantalla donde proyectan películas pornográficas gay. Algunos clientes se
encerraban de a uno, otros de a dos, otros de a tres. Cerraban la puerta y sabe
Dios qué pasaba dentro.
Esto es parte de un entretenimiento sexual que es
muy común en bares y discotecas de Europa y que se quiere imponer en el Perú
desde hace varios años en algunos bares, discotecas y videos en Lince, San
Isidro, Miraflores, etc. Y también los hay en provincias.
Dos semanas después este cuarto oscuro ha sido
vetado por la municipalidad de Lince, no existe más. Se pregunta: ¿A quién
atenta este local contra la moral y las buenas costumbres si es un local donde
las cosas pasan en cuatro paredes? Es una discoteca, como cualquier otra en el
mundo, donde se ofrecen espacios privados. Ante esta situación el MHOL comentó
lo siguiente:
“los encuentros sexuales anónimos, fugaces,
consensuados y voluntarios -sin intercambio de dinero entre las partes- en
salas de video, cuartos oscuros, saunas y similares constituyen parte de las
prácticas y culturas sexuales gais que no responden a la categoría
prostitución”.
Dos semanas después la diversión ya no es con cuarto
oscuro. Pero con o sin él, se despertará en su cama, la música seguirá
retumbando en sus oídos por el resto del día y todo le dará vueltas.